El origen del amor
No comprender, como él es capaz de despertar en uno mismo el sentimiento dormido.
Como logra desperezar al alma resentida, oculta por el temor del transcurso de los años; sintiendo la vejez, y la cercanía del fin de sus días.
No creer, ausencia de fe. Cuando él resucita con un beso la flor marchita, cubierta de polvo, abandonada entre las páginas de un viejo libro, prensada por las palabras que nadie quiso leer.
Abandonar, desistir. Cuando se le robó la fragancia que por naturaleza le correspondía, sintiendo el vacío que por desnudez, él prefería nombrarlo. Nadie se atrevió a mirarlo, cuando allá en su cuerpo resplandecían los labios de una mujer, teniendo en el interior, fuerza de hombre.
Buscaba y ansiaba. El amor, que demostrado solo le ofreció las lagrimas de unos ojos vidriosos, la traición de una promesa sellada por el golpe de una palma firme y abierta, y una vez desterrado del corazón, se preguntó, por el origen de éste.